
Vamos cumpliendo años, es inevitable, y cada vez va siendo más complicado recomendar un videojuego que nos guste mucho a alguno de nuestros amigos. Queremos que le guste tanto como a nosotros pero no queremos chafarle la sorpresa, no queremos desvelarle toda la historia o detalles importantes de esta, y por último, tampoco queremos recomendarle demasiado a alguien una obra para no ser pesados, agobiarle, y que al final le pille tirria sin conocerla.
No es un trabajo fácil hacer algo tan «sencillo» como recomendar una obra a alguien. Parece una tontería ¿A que sí? Pero es una realidad que nos volvemos cada vez más selectivos al pasar los años. Por ejemplo, yo tengo claro que una historia de la revolución francesa no me atrae en principio, como tampoco me atrae la saga Pokémon desde hace muchos años. Puedes recomendarme obras relacionadas con Pokémon y la revolución francesa, puedo escucharte de manera educada, pero mi interés es cero. ¿Cómo solucionar esto?
El arte de recomendar
Piensas distintos argumentos para recomendar de manera correcta, pausada, objetiva, intentando buscar algúna fractura para poder filtrar las virtudes de esa obra ante los demás. Si desvelas mucho, metes la pata, y si comentas poco, corres el riesgo de que no le interese nada lo que le has dicho. Además si insistes varios días, las personas perderán interés.
Así que, en algún momento te das cuenta de que también hay que ser selectivo en cuanto a quien vas a recomendar la obra. Debes conocer a la persona o tener muchas coincidencias y mucha conexión con esta persona. Y aún con esas nadie te garantiza que la persona vaya a jugar el juego. ¿La razón? En mi opinión es la oferta y el tiempo.
Vivimos otros tiempos donde tenemos a tiro de piedra cientos de videojuegos gratis o a precios ridículos, Game Pass de Xbox (@Xbox_Spain), Netflix (@NetflixES), PlayStation Plus (@PsPlusES), Amazon Prime, Hulu, HBO, y podemos seguir. Tenemos tantas opciones y tan al alcance que una recomendación diferente a alguna de las decenas de opciones «posibles» que tenemos presentes en nuestra mente, hacen que caiga en el vacío. En otros tiempos creo que no ocurría esto de manera tan descarada como ahora.

Quizás, a estas alturas, os pase como a mí, que sólo gasto mi tiempo en recomendar videojuegos que verdaderamente valgan la pena, que considere yo una obra maestra, y el resto de videojuegos, aunque sean muy buenos o incluso excelentes, no suelo recomendarlos. Es importante para mí –como para todos–, que la obra que tanto me guste, le guste también a los demás, sin embargo hay un momento en el que piensas:
“Vale, y ¿Para qué me sirve esta aprobación de los demás? ¿Qué importa si este videojuego, canción, película, libro, serie u obra a los demás les parece una obra menor? Si a mí me ha llegado a la patata, la opinión de los demás debería darme igual”.
Realmente, queremos que otros disfruten tanto como nosotros hemos disfrutado, pero es que los gustos están ahí, y posiblemente lo mismo que tú has sentido por esa obra, no lo va a sentir nadie. Puede sentir algo similar, puede gustarle mucho, incluso considerarlo también una obra maestra, pero es muy raro que coincida al 100% con tu opinión con respecto a la obra. Que piense lo mismo que tú de los personajes principales, de esa pieza musical en ese momento concreto de la trama, de esa secuencia especial entre dos personajes y de ese final que tiene tantas lecturas. Todo lo que vemos y experimentamos tiene distintas lecturas y varía cuando cambiamos de prisma.
Cuando una dirección te deja mal
Supongamos que la persona a quien le estás recomendando dicho videojuego está dispuesta a probarlo, has superado esa «barrera». Te ha dicho que tenía ganas de jugarlo desde hace mucho y que lo hará este fin de semana. Esperas impaciente su opinión, sabes que la próxima vez que hables con él o le veas en tu lugar de trabajo, tu instituto o tu universidad, te dirá sus primeras impresiones sobre ese videojuego que tanto te ha costado recomendarle. Pero resulta que lo ves a la semana siguiente y te dice algo como esto:
“El juego es muy lento, demasiado pesado. Está muy bien todo técnicamente y la historia no tiene mala pinta, pero es demasiado lento y me aburre. El juego no es para mí”

Tú ya te has pasado el juego, incluso has visto todos sus finales, conseguido todos sus logros/trofeos y visto todo su 100% total. Lo conoces de arriba abajo, y porque lo conoces, sabes que el juego tiene momentazos brutales, muy currados, muy bien trabajados y momentos impredecibles “Estilo Juego de Tronos” que sabes muy bien que no puedes comentar, ni siquiera sugerir, porque puedes chafar «la sorpresa que es llevarse esa sorpresa».
Pero cuando te dice esto tu compañero, y te desarma con este argumento, insistes en decirle que siga jugando, que siga probando el juego, porque luego mejorará, de hecho, le prometes que luego mejorará… Y él te repite: “El juego no es para mí”, lanzándote un claro mensaje de que no le interesa nada de lo que le has contado ni de lo que ha jugado, directamente no te ha oído, y tiene sus razones, por supuesto, no vas a hacerle “entrar en razón” –si se puede definir así–, ni vas a hacerle cambiar de opinión en este sentido. ¿Te ofende su respuesta? Hombre, podemos decir que no sienta bien que tu opinión no sea tomada en cuenta, o que alguien pase de tu consejo, pase de ti. Pero es un error tomarte esto como algo personal.
La decisión de los desarrolladores, todos, en conjunto, desde los guionistas hasta el director, ha sido hacer un inicio lento, y al tomar esta decisión han hecho que mucha gente descarte la obra sin ni siquiera contemplar, experimentar o jugar el 10% de lo que ofrece.
“Un juego bueno, debe ser bueno desde el minuto 1 hasta el final”
“Una película buena, debe ser buena desde el minuto 1 hasta el final”
“Un libro bueno, debe ser bueno desde el minuto 1 hasta el final”
«Una canción buena, debe ser buena desde el minuto 1 hasta el final»
Este argumento no puede ser tomado en serio por la sencilla razón de que existen obras maestras en estas cuatro expresiones artísticas cuyo prólogo es lento. Existe desde antes de que naciésemos, en los años 40s, 50s, 60s y 70s. Y precisamente como los videojuegos son un arte «no oficial», también podemos mencionar decenas de ejemplos tal y como ocurre en el cine, sin tener que irnos tan lejos en la historia.
The Witcher III: Wild Hunt (2015)
Uncharted 4: El Desenlace del Ladrón (2016)
Chrono Cross (1999)
Horizon: Zero Dawn (2017)
Hellblade: Senua’s Sacrifice (2017)
Red Dead Redemption (2010)
The Last Guardian (2016)
Shadow of The Colossus (2005)
Kingdom Hearts II (2005)
The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998)
The Witcher II: Assassins of Kings (2011)
Skyrim (2011)
Las primeras 20-30 horas de juego mucha gente ha abandonado The Witcher III: Wild Hunt a pesar de ser considerado uno de los mejores videojuegos de rol de la generación, incluso uno de los mejores videojuegos de la historia. Todo aquel que lo ha abandonado de manera prematura suele alegar que “Eres un recadero, vas de un lado para otro haciendo tareas con pocos momentos destacables”. Esto tiene algo de cierto, el juego tiene muchas virtudes, entre ellas, que los personajes secundarios, tanto a nivel de diseño, como en personalidad y guión, y como algunas de sus misiones secundarias, están tratados con mucho detalle. Eres un recadero buscando pistas al principio, pero muchas historias son soberbias.
Pero después de unas horas un poco lentas, la historia toma distintos rumbos, las misiones secundarias siguen teniendo el mismo nivel –algunas mejores que otras– y empezamos a ser cómplices de secuencias más importantes, momentos más determinantes, un lenguaje de cámaras pocas veces comentado en sus secuencias y para la guinda del pastel, muchos combates y situaciones jugables épicas que no habíamos visto en esas primeras 20-30 horas.
También hay que ser conscientes de que The Witcher III: Wild Hunt ha sufrido del Síndrome de Metal Gear Solid IV: Guns of The Patriots (2008). Mucha gente lo adquirió por su nombre, sus impresionantes tráilers y porque se repetía constantemente que era un videojuego único e histórico, sin haber tocado la saga nunca, o en mucho tiempo. Gente sobretodo que no conocía The Witcher (2007) ni tampoco The Witcher II: Assassins of Kings (2011), se lanzaron a por la compra del nuevo juego del Lobo Blanco en sus respectivas consolas, cuando al menos deberíamos jugar a la segunda entrega del 2011 para entender muchas cosas de la tercera entrega.
Pero independientemente de esto, lo que ocurre con The Witcher III: Wild Hunt se puede definir de otras formas. Quizás no sea apto para todos los públicos, quizás muchos de sus jugadores esperaban encontrarse con cosas como el tráiler desde el minuto 1, y no desde la hora 30, o quizás todas estas personas empezaron el juego en un momento de su vida donde preferían historias cortas y no tan largas. Pueden ser muchos los factores, pero lo que está claro es que una dirección lenta no tiene por qué significar que una obra sea mala. La madurez del guión de la saga en los videojuegos es soberbia y es una experiencia que no te dejará indiferente.

Actualmente ocurre lo mismo con Red Dead Redemption II (2018), la última obra de Rockstar Games (@RockstarGames) cuyo éxito ha sido soberbio en casi todos los sentidos, pero sin embargo hay gente que lo considera demasiado lento, demasiado realista y demasiado pasivo. Directamente tengo compañeros que tras unas regulares 35 horas de juego han pasado a otra cosa porque les resulta algo contrario a los videojuegos: Aburrido. Evidentemente, cada uno contempla este entretenimiento como quiere y cada uno está en su derecho de buscar alguna característica por encima de todas.
¿Personalmente? Prefiero una buena historia, que no se me olvide durante uno o dos lustros, antes que divertirme de manera desenfadada y sin penar, pero ambas maneras de interpretar este precioso entretenimiento son válidas. Y aunque sea una redundancia debido al concepto del artículo, yo personalmente os recomiendo que no juzguéis un videojuego por sus primeros minutos, ni siquiera por sus primeras horas, porque puede que os sorprenda para bien más adelante. He llegado a odiar títulos que tras pasármelos los he amado, como Transistor (2014) y Metal Gear Solid V: The Phantom Pain (2015).